jueves, 12 de julio de 2007

Un libro sobre árboles: junto con el helado de limón y chocolate, una de las mejores combinaciones que se nos ocurren.

Reina un ambiente curioso en este su Centro: por un lado, nos encontramos más en familia aún si cabe, ya que la gestora cultural se ha ido de vacaciones y tras un primer momento de euforia (ya saben, robos de silla, repartición de objetos personales), no podemos por menos que notar su ausencia: quien como ella para atender al público y hacer boletines de prensa, suspiramos mientras nos afanamos en explicarle a un entusiasta señor que quiere casar a su hija en un "ambiente español" que no tenemos trajes de volantes y que, desgraciadamente, no bailamos sevillanas.

Pero lo que queríamos confesar es que estamos ilusionados. Bueno, en general nos movemos en un registro emotivo que oscila entre el optimismo moderado y el absoluto desenfreno imaginativo, pero de vez en cuando entramos en un curioso estado mezcla de satisfacción profesional y orgullo personal. El motivo de tanta felicidad es el libro que presentamos el día 28: "El bosque urbano. Guía de árboles de Ciudad de Guatemala" (un cierto sector, fanático de grupos como La Buena Vida o Le Mans se decantaba por El bosque improbable, pero se impuso un despiadado pragmatismo comunicativo).

Verán, como ya habrán adivinado -si tienen a mano la programación de los últimos meses- somos unos ardientes defensores de Ciudad de Guatemala. Admitimos que hacemos de la necesidad virtud: ya que vivimos en ella, pues parece una actitud inteligente optimizar los (aparentemente) escasos recursos que esta nos ofrece. En un principio fue una postura casi de rebeldía ante los designios del destino. Ahora -conmovedoramente- nos lo creemos de verdad.

Ciudad de Guatemala es evidentemente caótica, dolorosamente mal planificada, innegablemente insegura y frecuentemente desesperante. Pero también es dinámica y se estremece en un cambio constante. Ofrece oportunidades para crear cosas (y buena prueba de ello es la cada vez más activa vida cultural). Y, sobre todo, se puede vivir de muchas maneras: el encanto decadente de zona 1, con sus cines art-decó convertidos en iglesias evangélicas, bares recónditos y hermosos parques anclados entre el ruido y la humareda del tráfico; la tranquilidad congelada en el tiempo de zona 2, la curiosa amalgama de zona 4, o el modelo gringo de zona 10 o zona 14. Todo en cinco escasos kilómetros absolutamente por descubrir.

Es lo que pretendemos con el bosque urbano: queremos que salgan a la calle, recorriendo durante un par de horas las avenidas que habitualmente vemos desde el carro o la camioneta. Y que se sorprendan, como nosotros lo hemos hecho, descubriendo pequeños destellos de la Tacita de Plata que la ciudad fue, o que disfruten pensando en lo que podrá ser en un futuro próximo.
Y además con árboles, que son como la música: gusta a todo el mundo; no conocemos a nadie que no se quede impresionado al ver una buena ceiba, o que no se sienta invadido de una cierta tristeza cuando tiran una de ellas(caso claro: zona 10, enfrente de la Embajada de México. Pasen por delante y compruebenlo).

Los autores del libro son Alejandro Anzueto, polivalente biólogo con tendencia a la impasibilidad reclutado para la causa de entre nuestro público habitual y Gemma Gil, periodista elegante y sistemática de la cual nos declaramos admiradores rendidos. Y, como no, nuestra diseñadora, Lucía Menendez, que ha hecho un libro realmente bonito (y ha defendido epicamente las bondades del papel clorado sobre el reciclado, reduciendo incluso a la obedencia a un personaje tan legendariamente testarudo como nuestro director).

Lo dicho, el sábado 28 a las 12:30 lo presentamos, se lo regalamos y esperamos que lo disfruten tanto como nosotros. Que no ha sido poco, la verdad.