Fotos: Andrea Aragón
La intimidad trasciende ese laberinto de nuestra habitación
Por Luis Alejos
Cuando analizo el concepto de esta fotografía de Andrea Aragón, pienso en el miedo como mecanismo de defensa: los modelos (cuya identidad no logramos apreciar, debido al encuadre que omite sus ojos) aparecen con un fondo hechizo, en un posible estudio. El territorio en el que se desenvuelven estos varones, sus cuerpos semi-desnudos y con proporciones delicadas no les pertenece a simple vista.
De igual forma, su vínculo no es objeto de escrutinio, desaprobación o juicio, pues no se convierte en un acto público. Desconozco si, entonces, hayan salido del closet. Ellos quieren sentirse a salvo:
“I'm taking a ride
with my best friend
i hope he never lets me down again
promises me i'm as safe as houses
as long as i remember who's wearing the trousers
i hope he never lets me down again
Never let me down
See the stars they're shining bright
everything's alright tonight”
El amor no completamente manifiesto, sugerido entre amantes varones, resulta uno de los elementos presentes en la ópera prima del poeta guatemalteco Luis Pedro Villagrán: “El niño que buscaba venganza”. El sexo de los amantes se adivina tan sólo por la sutileza de los pronombres elegidos:
“El niño que buscaba venganza se viste, y se pone el mejor bóxer, para que se lo quiten. Para que le recuerde y le extrañe. El niño que buscaba venganza se prepara para hacer el amor con él: por media, o por última vez”.
Los versos de Villagrán hacen referencia a un encuentro íntimo, quizás final, entre un amante muy joven, barely legal (o ilegalmente seductor y seducido), y otro mayor:
“El niño piensa que lo mejor es irse. Pero la plática aún empieza. (Cuando estaba con vos, me pajeaba viendo porno. Ahora que no estás conmigo, me echo la paja pensando en vos, le dice al niño). 70% bien, dice el niño que se siente. 70%. 65%. 30%. ¿Qué dijo el niño? ¿El niño, sí, el que buscaba venganza? El niño ha hablado. Ha dicho lo que siente. Sin pena, sin gloria, únicamente como antes, cuando estaban juntos, se siente en libertad de compartir lo que siente, hace y piensa. Y a él no le gusta”.
El mundo de ellos no pareciera necesitar una validación de terceras partes, su homosexualidad no le incumbe a nadie.
“Let's go outside
In the sunshine
I know you want to, but you can't say yes
Let's go outside
In the moonshine
Take me to the places that i love best”
Y si hablamos de discriminación, ese machete listo para ser desenvainado cuando menos lo esperamos, reconocemos o al menos comprendemos la decisión de mantener en secreto ciertas pulsiones lésbicas, gays, o de estilo de vida alternativo. Partiendo de mi experiencia como editor literario, a la de periodista, en febrero de este año el Diario La Hora publicó un artículo escrito por mí: “Soy Harvey Milk, y vine a reclutar”. Un día antes de la ceremonia de los Óscar, donde el largometraje sobre el primer funcionario abiertamente gay electo en Estados Unidos se llevó varias preseas, la nota se publicó en el suplemento cultural del diario vespertino, así como en su sitio web.
Los comentarios homofóbicos no eran algo impredecible, pero siempre decepcionante; Oto Ovando fue el primero en opinar: “Este tipo [asumo que se refiere a mí] se ve que es un gay rematado, por supuesto que no queremos ver a los homosexuales salirse del closet en Guatemala, Dios los hizo hombre y mujer, por opiniones como esa es que estamos como estamos”. El resto de los comentarios clonan el fundamentalismo que rige nuestra sociedad excluyente. Por fortuna, André Gribble, ilustrador y diseñador gráfico, logró articular coherencia en el espacio de los comentarios de mi artículo: “Me pregunto si existe algún estudio científico acerca de las causa de la homofobia. ¿Será genética, una elección, una enfermedad?, ¿existe una cura? Discriminación, odio, ignorancia. Entre otras cosas, es por ESO, que estamos como estamos”.
Retomando el tema de la fotografía de Andrea, asignada a mí, entiendo la elección segura de encuadrar a dos modelos anónimos, en un ambiente casi estéril. Sin embargo, parte de mí hubiera querido verlos en un contexto público, logrando tomar parte en actividades que muchos de nosotros —los heterosexuales— a veces damos por sentado: un beso francés, estrechar nuestras manos sin necesidad de levantar cejas o temer por nuestras vidas. Sin embargo, hay demasiados cerotes allá afuera, y resulta más cómodo escuchar a Depeche Mode o a George Michael, en la comodidad de nuestro cuarto, donde los únicos posibles agresores seremos nosotros mismos.
5 comentarios:
Ese poema de Maurice es hot,hot. about to cum.
Dónde se consiguen los poemas de Luis Pedro Villagrán. Son exquisitos. Admiro su valentía de escribir como él lo hace porque en la América Latina no hay escritores así de osados. Todos enclosetados. Conozco muchos aquí en Guatemala. Viva Villagrán.
Anónimo, se ve que eres un gran anglófono, reprimido pero anglófono. Esa orquitis es mejor que la trates cuanto antes. Nadie mejor que tú para echarte una mano.
No sabía que luis pedro es gay. Es respetable, pero no me lo imaginaba. Ahora sé que su musa es un hombre!!!
Publicar un comentario