Reina un ambiente curioso en este su Centro: por un lado, nos encontramos más en familia aún si cabe, ya que la gestora cultural se ha ido de vacaciones y tras un primer momento de euforia (ya saben, robos de silla, repartición de objetos personales), no podemos por menos que notar su ausencia: quien como ella para atender al público y hacer boletines de prensa, suspiramos mientras nos afanamos en explicarle a un entusiasta señor que quiere casar a su hija en un "ambiente español" que no tenemos trajes de volantes y que, desgraciadamente, no bailamos sevillanas.
Pero lo que queríamos confesar es que estamos ilusionados. Bueno, en general nos movemos en un registro emotivo que oscila entre el optimismo moderado y el absoluto desenfreno imaginativo, pero de vez en cuando entramos en un curioso estado mezcla de satisfacción profesional y orgullo personal. El motivo de tanta felicidad es el libro que presentamos el día 28: "El bosque urbano. Guía de árboles de Ciudad de Guatemala" (un cierto sector, fanático de grupos como La Buena Vida o Le Mans se decantaba por El bosque improbable, pero se impuso un despiadado pragmatismo comunicativo).
Verán, como ya habrán adivinado -si tienen a mano la programación de los últimos meses- somos unos ardientes defensores de Ciudad de Guatemala. Admitimos que hacemos de la necesidad virtud: ya que vivimos en ella, pues parece una actitud inteligente optimizar los (aparentemente) escasos recursos que esta nos ofrece. En un principio fue una postura casi de rebeldía ante los designios del destino. Ahora -conmovedoramente- nos lo creemos de verdad.
Ciudad de Guatemala es evidentemente caótica, dolorosamente mal planificada, innegablemente insegura y frecuentemente desesperante. Pero también es dinámica y se estremece en un cambio constante. Ofrece oportunidades para crear cosas (y buena prueba de ello es la cada vez más activa vida cultural). Y, sobre todo, se puede vivir de muchas maneras: el encanto decadente de zona 1, con sus cines art-decó convertidos en iglesias evangélicas, bares recónditos y hermosos parques anclados entre el ruido y la humareda del tráfico; la tranquilidad congelada en el tiempo de zona 2, la curiosa amalgama de zona 4, o el modelo gringo de zona 10 o zona 14. Todo en cinco escasos kilómetros absolutamente por descubrir.
Es lo que pretendemos con el bosque urbano: queremos que salgan a la calle, recorriendo durante un par de horas las avenidas que habitualmente vemos desde el carro o la camioneta. Y que se sorprendan, como nosotros lo hemos hecho, descubriendo pequeños destellos de la Tacita de Plata que la ciudad fue, o que disfruten pensando en lo que podrá ser en un futuro próximo.
Y además con árboles, que son como la música: gusta a todo el mundo; no conocemos a nadie que no se quede impresionado al ver una buena ceiba, o que no se sienta invadido de una cierta tristeza cuando tiran una de ellas(caso claro: zona 10, enfrente de la Embajada de México. Pasen por delante y compruebenlo).
Los autores del libro son Alejandro Anzueto, polivalente biólogo con tendencia a la impasibilidad reclutado para la causa de entre nuestro público habitual y Gemma Gil, periodista elegante y sistemática de la cual nos declaramos admiradores rendidos. Y, como no, nuestra diseñadora, Lucía Menendez, que ha hecho un libro realmente bonito (y ha defendido epicamente las bondades del papel clorado sobre el reciclado, reduciendo incluso a la obedencia a un personaje tan legendariamente testarudo como nuestro director).
Lo dicho, el sábado 28 a las 12:30 lo presentamos, se lo regalamos y esperamos que lo disfruten tanto como nosotros. Que no ha sido poco, la verdad.
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4 comentarios:
Vaya con los ibéricos y sus detalles posmo...mira que andar por allí oteando arbustos escuálidos y cadavéricos muriendo de ahogo con seis millones de capas de smog sobre sus miserables fotosíntesis, habráse visto semejante pérdida de la razón, a menos que el inventario de meados y cagadas al pié de sus troncos sea prudente para un estudio fétido de las malas costumbres de sarnosos perros y asquerosos sapiens que para el menester que practican en cada planta metropolitana da lo mismo la diferencia. Por el amor del dos!...tal vez la próxima càtedra sea sobre las bellas piedras de innumerables formas y colores que se encuentran entretenidamente escondidas en los miles de basureros clandestinos y lotes valdíos de esta taza del loco. O un registro arqueológico detallado sobre el inventario nacional de ripio y sus variadas presentaciones. Del helado ni hablar! antológicamente cursi...pero son caedores bien.
¡Estoy de acuerdo! Lo del helado de limón y chocolate demuestra que el director de la institución se va haciendo mayor; en cuanto a los árboles, si pueden impedir que la muni los siga talando, bienvenido será...
1-yo habría apostado por el Bosque Improbable... y lo habría defendido con uñas y dientes.
2- ¿quién me lleva a ver esos cines art-déco? ¿hay un sitio para mí por allí en esa institución?
saludos envidiantes
solo un detalle tecnico, el papel clorado hace referencia a la forma en que se blanquea, mientras que el reciclado, a la materia prima reutilizada. puede ser ambas cosas, o ninguna. Y supongo que lo que se defiende es el papel blanco y fino sobre el mas basto y oscuro, lo que no nos dice nada sobre la procedencia y no demasiado sobre el proceso decolorante.
¿el libro esta hecho con papel de arboles de la capi? plectrude escribe desde europa?
aun no probe el helado de limon y chocolate, pero tampoco me quedo claro. ¿el chocolate es helado o caliente??
somamund
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